PEDRO DE LEON PORTOCARRERO
Durante toda la época colonial trisecular, la ruta del tránsito panameña fue vértice de un incesante tráfico mercantil que obedecía, en primera instancia, a la envidiable situación geográfica del Istmo.
Desde los comienzos del siglo XVI, las autoridades hispanas metropolitanas y locales valoran en su justa dimensión el papel preponderante de Panamá en las avanzad as conquistadoras, en la irradiación que desde aquí implica la tarea de colonizar y evangelizar los dilatados dominios de la Corona.
De la misma manera, el Istmo panameño será sede de un intenso comercio que se extendía desde las regiones de la Nueva España hasta el Cabo de Hornos. Es evidente que las actividades lucrativas se situaban en la zona transitista, exactamente en la ruta Portobelo-Nombre de Dios-Panamá, desempeñando desde entonces esta angosta franja terrestre y acuática una función singular que atrajo las miradas de especuladores y tratantes extranjeros que veían la oportunidad de realizar fructuosas transacciones y esquivar las restricciones comerciales monopolistas que España mantenía con sus posesiones de América.
Para ilustrar esta aserción presentaré un caso característico en la figura de Pedro de León Portocarrero, hebreo portugués cuya identidad fue recientemente revelada en los estudios historiográficos de Guillermo Lohmann Villena en un ensayo titulado “UNA INCOGNITA DESPEJADA: LA IDENTIDAD DEL JUDIO PORTUGUES AUTOR DE LADISCRICION GENERAL DEL PERU”, aparecido en la Revista Histórica, órgano de la Academia Nacional de la Historia de Lima.[1]
En este sesudo trabajo, el autor afirma a propósito del comercio lusitano en la colonia peruana:
“Portugueses y judíos detentaban la proporción más voluminosa del comercio dentro del Virreinato, los segundos con la agravante de deslizarse a la comisión de actos contrarios a los intereses de la monarquía española...”[2]
El personaje central del relato es el comerciante lusitano Pedro de León Portocarrero, quien pasó de España a América al romper el siglo XVII, exactamente en 1600. Sus experiencias y observaciones quedaron consignadas en su Descripción que hasta pocos lustros fuera atribuida a autor anónimo.
La relación se inicia en los detalles del viaje a Indias, con la primera escala en Panamá y que, al retornar a la Península, vuelve a pasar por Panamá, Portobelo, Cartagena y La Habana. (80)[3]
Los judíos portugueses, derramados en toda España y su Imperio en ultramar, hacían llegar a Holanda y otras naciones rivales, las noticias e informes sobre el rico continente y alientan el desquiciamiento de España en Indias. Constituían una quinta columna eficaz en la labor de socavar los cimientos de la hegemonía hispana en América, a lo cual se añadía la acción de piratas, bucaneros y filibusteros durante el siglo XVII, especialmente de aquellos aventureros instituidos mediante “Patente de corso” que asolaron el Istmo hasta la toma, saqueo y destrucción de la Ciudad de Panamá en 1671.
Piratas, bucaneros y filibusteros ingleses, holandeses y portugueses, comerciantes y hombres de mar constituían un serio peligro para la estabilidad administrativa y financiera de España y sus colonias americanas.
En las dos últimas nacionalidades hemos de clasificar a los judíos y judaizantes quienes, por sus propios medios, efectivos y menos violentos que los de los anglos, van minando la égida ibera en el Nuevo Mundo, introducen la amenaza competitiva de potencias rivales y hacen fuerte contrapeso a la política comercial cerrada de la Corona
No queda sombra de duda que De León Portocarrero dirigió su escrito a flamencos codiciosos de la riqueza inagotable americana. Su rastro se pierde al concluir la narración pero puede conjeturarse que vivió y murió en el barrio judaico de Santa Cruz de Sevilla o en las juderías de Bayona, Génova o Ámsterdam.
A propósito del activísimo puerto holandés,
“Ámsterdam era el centro rector desde donde simultáneamente se organizaban las empresas que habían de entablar el comercio intérlope y se aprestaban las campañas de corso que debían producir el colapso del sistema de comunicaciones y aprovisionamiento de los do minios españoles”.[4]
Su figura es un ejemplo fehaciente de esta infiltración de extranjeros judaizantes en la vasta red de relaciones económicas establecidas en las colonias para romper el monopolio español en el Nuevo Mundo.
Lima y Panamá eran centros de operaciones de verdaderas “hansas” o sociedades comerciales que funcionaron a lo largo del siglo XVII y cubrían las principales ciudades capitales de los virreinatos y los pueblos cuya importancia ha sido ya demostrada.
Su comercio abarca desde Panamá al Perú y lo efectúa con agentes o corresponsales situados en puertos estratégicamente escogidos, como Álvaro de Silva Cardoso, de indudable ascendencia semita.
En 1612 –obsérvese el lapso transcurrido desde su primer viaje– se constituyó garante de un Andrés de Zabala, reclamado por deudas que se proponía trasladar mercancías a Panamá.
De León debía contar por entonces con una cuantiosa fortuna, la cual muy pronto comienza a decaer por circunstancias que no son explicadas en el documento.
Hacia 1615 emprende regreso a España y vuelve a hacer un alto en Panamá, sin duda para cruzar la ruta hasta Portobelo y abordar los galeones de la escuadra, lo que no le fue permitido. En su defecto ha debido tomar una nave de menor importancia, con toda probabilidad el San Francisco que se hizo a la mar el 19 de septiembre de 1615.
Al salir de Lima, De León es consciente de que la Inquisición sospechaba de él, de su auténtica identidad. Lo confirmó al desembarcar en Sevilla, donde los inquisidores dictaron orden de captura para seguirle proceso, por indicación del Santo Oficio limeño. Ante el tribunal confesó su fe con énfasis, pero salió indemne de la prueba.
Un segundo proceso tuvo lugar en 1618. Fue sometido a tormento que soportó con temple y rechazó las acusaciones que sobre él gravitaban. Finalmente, el 11 de enero de 1619 se falló el caso en una multa de 300 ducados a falta de mayores pruebas con piezas del expediente que los jueces arreglaban de manera que los ducados fluyeran sin presiones; se hicieron los desentendidos de este judío confeso y rico que más les valía vivo para pagar las multas que muerto para terminar de una vez por todas y no tener donde recurrir durante los aprietos económicos en que “siempre” se veían la Inquisición y sus corifeos.
Mientras residió en el Perú, y por supuesto en otros parajes americanos, Pedro de León Portocarrero siguió practicando con fidelidad su religión hebrea, llevando una doble vida religiosa, corriendo el peligro de ser aprehendido en cualquier momento por el ágil y efectivo Santo Oficio, del cual da la impresión de haber escapado, en las dos oportunidades anotadas.
Se aferró a la Ley y cumplía subrepticiamente los ritos mosaicos.
Estamos ante uno de los ejemplos de cripto-judíos que llevaban a cabo prácticas desorganizadas del ritual por falta de rabinos y sinagogas; en ocasiones desarrollaban un sistemático proselitismo en el seno de sus familias o conocidos y cumplían las prescripciones cuando se producían nacimientos, bodas o defunciones; o celebraban las fechas que marcan las festividades y ayunos judaicos. Extraordinario ejemplo,
De León Portocarrero y otros tres judíos portugueses celebraron en Lima el Día Grande, esto es, el ayuno mayor de Yom Kipur en septiembre de 1609. El grupo de oración estuvo compuesto por Alvaro Cardoso, natural de Braganza, el médico cirujano Manuel de Fonseca y el cura Manoel Núñez Magro de Almeyda, oriundo de Coimbra. Todos hicieron el ayuno según la tradición y recitaron salmos alternados con la lectura y comentario del libro bíblico de Esdras referente a la restauración de Israel.
Salida la estrella (que marca el comienzo del nuevo día) cenaron platos cocidos en aceite y nada de carne, dando por concluida la festividad más solemne y llena de contenido y reflexión del almanaque judaico.
La improvisada sinagoga que De León y sus amigos hicieron en Lima guarda asombros a semejanza con el caso de Sebastián Rodríguez en Panamá treinta y dos años más tarde.[5]
[1] (Lohmann Villena, Guillermo. Una Incógnita despejada: la identidad del judío portugués, autor de la Dirección general del Perú. Revista Histórica, de la Academia Nacional de la Historia. Tomo XXX, Lima 1967, p. 26 a 93)
[2] (Idem p. 55)
[3] (Ver ídem. p. 57)
[4] (Idem., p. 91)
[5] La Inquisición de Lima siguió causa al sacerdote Manuel Núñez Magro de Almeyda según expediente que reposa en A.H.N. lnquisición Libro 10 0 1
De acuerdo a las instrucciones levantadas, el reo se declaró judío y señalaba que Israel es pueblo escogido a quien Dios ha manifestado sus favores y predilección.
Una de las testificaciones fue firmada por el médico Manuel de Fonseca.
Es evidente que los miembros del rezo de Kipur de 1609 fueron aprehendidos poco después por el Santo Oficio.
Núñez Magro de Almeyda, judío y presbítero de la Iglesia, se dejó morir de inanición en las prisiones inquisitoriales. Posteriormente fue relajado en efigie, castigado post mortem a causa de su dualismo religioso.
No atañe aquí hablar de este caso, pero la documentación permite apreciar que el cura Núñez Magro de Almeyda conocía muy bien los pasajes del Antiguo Testamento en los cuales aparece con claridad la promesa de hacer de Israe! una nación y un reino privilegiados.
En la declaración de Juan de Trillo se lee:
“...el cetro a de ser de Juda, y el tribu de Juda y la mitad de Benjamin somos los que andamos derramados por Africa, Europa, y las Yndias y el cetro a de ser de esta tribu de Juda... antes estamos perseguidos y arrastrados de todas las naciones...”
Todos estos textos se avienen con el espíritu que animó a De León y sus amigos a leer el Libro de Esdras que narra el renacimiento del pueblo judío después del cautiverio en Babilonia, el regreso a la Tierra Prometida y la reconstrucción del Templo, como símbolo y presagio de una era de paz y tolerancia para los judíos acosados por la Inquisición y sin patria fija donde establecerse.
Añado una breve información sobre Manuel de Fonseca:
Había venido a Indias desde Cubillan, su pueblo natal, en el obispado de Guarda. Fue cirujano o sangrador de oficio.
Arrestado en Cartagena por judaizante, de él se dijo que conocía de memoria el salterio.
Escribió un libro en la cárcel, trabajo que suspendía los Sábados. Abjuró de levi en 1610 y se le sometió al destierro.
La breve sinagoga estaba completa: un cura experto en libros sagrados y un cirujano que se encargaba de recitar los salmos para improvisar la ceremonia de aquel Kipur de 1609!